La construcción de poder de un modo hermético, casi desde el sótano de AMMA, le otorgó a Miguel Olaviaga una fama de hombre ambicioso, capaz de planificar complejas estrategias, hábil para sacar rédito de situaciones adversas e implacable para quitar del camino a oponentes. También le daba fama de poseer una inteligencia superior y un carácter entre calculador y oportunista que le facilitaba simular esa bondad que abre las puertas de los nuevos espacios de poder para seguir acumulando recursos e influencias. Con llegada a todo el mundo y rodeado de un equipo de asesores y colaboradores de probada eficacia. El arco gremial lo miraba. El mundo empresarial lo respetaba. El sector cooperativo se rendía a sus pies. El ghetto académico lo escuchaba.
Parecía el único candidato capaz de derrotar a Accaastello.
Pero la fama es puro cuento.